¿Goodbye Tío Sam?


Retiro de los EEUU de Afganistán

En estas etapas de cambio en la historia de la lucha de clases lo más significativo, es sin duda, qué potencia imperialista saldrá como poseedora de la hegemonía mundial.

Hay desigualdades muy significativas respecto de la primera y la segunda guerra mundial. Ésta tiene una pequeña, diría atómica, diferencia, la catástrofe que podría causar la utilización del armamento nuclear.

Cómo el imperialismo hegemónico, EEUU, no es el único en poseer dichas armas y sus oponentes, si bien no tienen un arsenal similar, podrían responder causando un desastre similar a aquel. Prácticamente su utilización es como ajustarse la soga al cuello y saltar al vacío. Y ese cuello prácticamente es el cuello de toda la humanidad. En estos días están peligrosamente declarando que podrían utilizarla, aunque sea las denominadas “tácticas”. De ahí a las “estratégicas” no hay solución de continuidad. Es un poco volver a la retórica de la “guerra fría” pero en una etapa diferente. Ahora está en cuestión, antes no, la hegemonía mundial de EEUU sobre la tierra.

La hegemonía de los EEUU

Seria digno de varios volúmenes la manera en que los EEUU desde su nacimiento se abrieron paso en el mundo para ir avanzando sobre el resto del planeta. Prácticamente no hubo guerra en el mundo en la cual no hayan intervenido, directa o indirectamente, es decir con sus efectivos militares o con los ejércitos de otros países, para defender sus intereses. Estuvo con Bolivia en defensa de la Stándard Oil en la guerra del Chaco contra la Royal Dutch de capitales ingleses instalada en Paraguay. Ya vimos como eso se vio reflejado en la neutralidad argentina en la segunda guerra al servicio de los intereses ingleses y la feroz grieta que abrió entre distintos sectores burgueses argentinos. Casi nada, de esa pelea surgió el peronismo. Todo durante una segunda guerra en la cual nadie tenía el “diario del lunes”.

Pero una vez terminada la II guerra mundial, quedó claro el retroceso de todos los países imperialistas de Europa. Retroceso que se siguió verificando en las innumerables guerras anticoloniales por las cuales se independizaron decenas de países en el mundo. Pero entonces el que dictaba cual era el nuevo orden mundial era el “Tío Sam”. Si bien se habían repartido el mundo con la URSS por los tratados de Yalta y Potsdam, la revolución avanzó en Europa del Este y en el país con más habitantes del mundo: China.

Fue la etapa de la guerra fría. Ese “enfrentamiento” era para respetar esos tratados, no para hacerlos saltar por los aires. Esa tarea estaba reservada al movimiento de masas que lo ejecutó años después. EEUU durante el “boom” capitalista post segunda guerra, exportó bajo los regímenes más sanguinarios su “democracia” al resto del mundo “libre”, dejando de lado a China, la URSS y su pacto de Varsovia con los cuales básicamente tuvo una política de agotamiento via la carrera armamentista.

Es importante detenernos en un aspecto del imperialismo yanqui. Hoy se discute con la palabra “imperialismo” si Rusia o China lo son en el terreno financiero, comercial o militar. Debemos desacralizar esa palabra. El imperialismo también es un régimen político y por sobre todas las cosas, internacional. “Al imperialismo norteamericano no se lo puede definir por el régimen interno (el existente en Estados Unidos), sino por el régimen de conjunto, mundial, de dominio, del cual el régimen interno americano es sólo su parte privilegiada. Parte del régimen imperialista yanqui son los regímenes de Pinochet, Somoza o del Sha de Irán” Nahuel Moreno, La Dictadura Revolucionaria del Proletariado. Incluso la democracia burguesa es imperialista.

La lectura científica de los regímenes políticos en cada país es que este refleja la relación de fuerzas entre las clases, obreras, campesinas, populares por un lado y el imperialismo y sus socios locales por el otro. Por eso todas las conquistas democráticas fueron victorias que la lucha obrera, campesina y popular arrebató al imperialismo y sus cipayos. Si hiciésemos una línea de tiempo del régimen imperialista yanqui en el continente americano veríamos como este pasó de las dictaduras militares más sanguinarias a democracias burguesas los cuales son -sobre todo luego de la caída del muro- regímenes bipartidistas a su imagen y semejanza. No importaba que partido de los mayoritarios gobernara, ambos lo obedecían. De todos modos, esa democracia se debió a la lucha, no a graciosas concesiones del imperio.

La lucha de clases lo hace retroceder

Pero, finalizando el siglo XX y comienzos del XXI otras revoluciones tiraron esos gobiernos del régimen bipartidista yanqui y surgieron gobiernos que no eran suyos[i]. Surgieron con sus desigualdades y combinaciones, los gobiernos de Chávez, Evo, Correa, Kirchner y Lula. Gobiernos todos defensores del sistema capitalista, pero con juego propio (esta palabra es para definir que no eran absolutamente independientes, pero tampoco lacayos directos). A ellos se sumaba como consejera habitual el castrismo cubano. Estos gobiernos eran incompatibles con un régimen de dominio total del imperialismo yanqui que los combatió en distintos grados, pero sobre todo poniendo en pie a sus representantes internos luego que se recompusieran de las palizas recibidas por el movimiento de masas durante las revoluciones que tiraron abajo el bipartidismo imperial. No pescar estas contradicciones hizo que un sector de la izquierda revolucionaria reaccionara en forma sectaria ante estos nuevos fenómenos.

Pero en esa primera década del siglo China aun no era la potencia que ponía en discusión la hegemonía norteamericana en el mundo. Ahora, luego de una breve etapa de recuperación de gobiernos propios (Macri, Lasso, Bolsonaro con sus contradicciones, la breve Yañez en Bolivia, etc) otra oleada “progresista” surge, pero en medio de la disputa por la hegemonía con una China que avanza hasta el “patio trasero” de los yanquis. Entramos en una etapa en la que el retroceso de los EEUU se combina por un lado con una resistencia local a sus planes de sumisión absoluta y por el otro con el ascenso de la nueva potencia que surge a oriente. En esta nueva etapa EEUU no podrá resistir esa avanzada si los gobiernos de la región no son absolutos agentes directos suyos.

Pero si en otras latitudes el imperialismo retrocede, en su propia casa la crisis política, social, económica y financiera sigue su curso. Nunca antes el nivel de pobreza alcanzó niveles tan grandes. Nunca antes millones de familias se ven obligadas a recurrir a bonos para alimentarse como ocurre ahora. Las luchas democráticas de las minorías negras y latinas han llegado casi al borde de una guerra civil. Los partidos políticos tradicionales entraron en una crisis que en las alturas se refleja en el surgimiento del “Trumpismo” en el partido republicano y de sectores ligados a la izquierda radical incluso algunos con orígenes en el trotskismo en el partido demócrata que ocupan cargos en la cámara de representantes. Esta crisis del régimen político imperialista se refleja y se acentuará en sus representantes políticos en el resto del mundo como ahora ocurre en el PRO argentino entre Macri y Rodriguez Larreta.

Este régimen político imperialista, aceitado durante décadas de hegemonía sobre la economía mundial capitalista, es de una centralización asfixiante, no solo en las finanzas –herramienta privilegiada para saquear y someter a los países junto a sus otros socios imperialistas- también en el terreno político junto a los cipayos locales que se benefician de ese statu quo, en el terreno judicial con jueces que avalaron con su acción a las dictaduras militares y por su omisión en la defensa de los derechos humanos, con la persecución judicial, hoy llamada lawfare, primero contra los luchadores obreros, populares o sociales y luego contra cualquier político que no esté disciplinado a sus intereses. En el terreno mediático con las grandes cadenas que monopolizan y deforman la información al servicio de los objetivos imperialistas y de sus socios locales. En el terreno militar ya vimos su influencia nefasta con las dictaduras y el plan cóndor. Con su inteligencia incrustada en las fuerzas de seguridad siempre dispuesta a la represión al servicio de los capangas locales y extranjeros. Servicios que a fuerza de carpetazos detentan la voluntad de cuadros en los medios de comunicación, los partidos políticos, empresas, sindicatos, etc. 

Es hora de hundirlo definitivamente

Contra todo eso ha luchado el movimiento de masas obrero, campesino y popular durante décadas, acorralando al régimen imperialista hasta su derrota momentánea, coyuntural y no definitiva por la falta de una dirección revolucionaria que las condujera. ¿Cuánta fuerza se liberaría con la derrota definitiva de ese régimen en cualquier país del mundo? ¿Qué consecuencias traería para la movilización permanente de la clase trabajadora? Derrotar al imperialismo yanqui (y sus socios europeos) y a sus socios locales sigue siendo hoy una tarea de primer orden en casi todo el mundo. No en todas partes, pero sí con seguridad en América Latina, Europa, África, Medio Oriente, el imperialismo yanqui junto a la NATO son el principal enemigo de los pueblos. En una etapa en donde éste retrocede y aún no está consolidada la hegemonía de una nueva potencia mundial es crucial no vacilar en tratar de hundir ese régimen internacional imperialista. Es fundamental entenderlo ya que abriría la posibilidad de que surja otro sujeto en la disputa, una clase social que no tiene frontera alguna, una fuerza social que sumadas a otras fuerzas oprimidas puede barrer definitivamente con el imperialismo en todas sus formas sin dejar que surja otro, de distintas características, pero al servicio de mantener un sistema basado en la explotación de sus semejantes.

No van a animarse a tanto los “progresismos” hoy al frente de grandes sectores de la clase trabajadora y el pueblo. Si surge en algún momento esa excepcionalidad como en el pasado, será una excepcionalidad y nada más, que sí hay que aprovechar, pero de manera absolutamente independiente en el terreno político. Justamente llevando una política antiimperialista hasta sus últimas consecuencias: la segunda y definitiva independencia de los pueblos en toda la región y el mundo combinado con las tareas anticapitalistas necesarias para la liberación definitiva.

Eso realimentaría la crisis al interior de los EEUU y de Europa. No es allanarle el camino a China, al contrario, es preparar a la clase obrera y los sectores oprimidos contra cualquier otro intento de colonización.

En los países del llamado “tercer mundo”, en los suburbios mundiales colonizados por siglos por grandes potencias de ayer y de hoy, el sentimiento antiimperialista es fuertísimo. Hay que plantear con fuerza quienes son los representantes de ese imperio en crisis, denunciarlos y combatirlos. Por otro lado, combinar la denuncia de la inconsecuencia de las direcciones pequeño burguesas y burocráticas que posan como contrarias al imperialismo pero son incapaces de combatirlo y en algunas ocasiones llevar una táctica de unidad-enfrentamiento con las mismas para desenmascararlas ante el movimiento de masas. Las tácticas son variadas y deben ser concretas respecto a la coyuntura particular. En algunos países la consigna del no pago de la deuda externa o fuera el FMI son una palanca central para la movilización, sobre todo en Argentina. En otros países, sobre todo en Europa, la ofensiva contra las conquistas del movimiento de masas será brutal, como se ve en Francia con el tema de la jubilaciones y pensiones. Encabezar las luchas contra eso con los métodos de la clase obrera será central. Allí se verá el verdadero rostro de los gobiernos imperialistas contra su propio pueblo, de la misma manera que lo han visto los pueblos que han colonizado en medio planeta.

La práctica es el criterio de la verdad y la lucha nos dará su respuesta. Nada peor podrá surgir del hundimiento del imperialismo yanqui y su régimen. Eso liberara como nunca fuerzas para la movilización permanente, el surgimiento de nuevos dirigentes y la posibilidad de resolver la crisis de dirección revolucionaria. Esta guerra mundial solapada en diferentes planos entre los EEUU (y aliados) contra China (y aliados) da la posibilidad de que las clases trabajadoras del mundo puedan intervenir en la grieta abierta y plantear la verdadera salida para la humanidad: un mundo socialista. No podemos esperar a que esto, la lucha por la hegemonía mundial, se resuelva. Ahora es el momento.



[i]   Es importante notar que esas revoluciones fueron contra un régimen y no solo contra gobiernos. Muchos se limitaron a señalar que solo voltearon a un gobierno que fue reemplazado por otro y cuyo régimen político siguió siendo el mismo. En apariencia y sustancia el régimen político nacional siguió siendo el mismo, pero no notaron que se estaba cambiando el régimen internacional del imperialismo yanqui. El nacional-trotskismo logra esas cosas.

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