Argentina en su Laberinto

 


En el artículo “Tiempos de Cambio” expongo la etapa mundial que estamos transitando. En ese marco internacional hay que ubicar la situación política de la Argentina. Es la puja por la hegemonía mundial de las potencias, EEUU y sus aliados por un lado y China y los suyos por el otro donde debemos ubicar las diferentes políticas y sus dirigencias en la especificidad argentina.

No se puede explicar las distintas etapas por las que atravesó el país sin entender la situación de los imperialismos o potencias de turno. Comenzando con la etapa de cambios que se cocinaba en la olla de la segunda guerra mundial y que resultó en la derrota de Alemania, el retroceso de Inglaterra y el surgimiento como potencia hegemónica del mundo capitalista a los EEUU.

El primer peronismo (vamos a ver a varios peronismos desde entonces) surgió como consecuencia de la necesidad de Inglaterra de que Argentina permaneciera neutral y sus exportaciones de proteínas no se vieran impedidos de llegar para alimentar al ejercito de su majestad. En ese marco y ante las presiones de los EEUU, el gobierno donde el coronel Perón era, entre otros cargos, secretario de trabajo y previsión, se apoyó en el movimiento de masas haciendo concesiones históricas para resistir el embate de los EEUU. Esa resistencia al principio apoyada por la Iglesia Católica, el ejército y la clase estanciera ganadera exportadora duró, con varias concesiones a los EEUU en el medio, hasta 1955 donde ya ni la iglesia ni los sectores burgueses aliados al principio lo apoyaban poniéndose, como hacen siempre, del lado del imperialismo dominante. ¿Podía Perón apoyarse en la clase trabajadora para resistir el golpe y liquidar la contra de entonces? Sí, pero su carácter de clase no obrero hizo que se rindiera sin dar batalla viendo para donde soplaba el viento del imperialismo. Solo la clase obrera peronista y su resistencia quedaron luchando contra el ataque a sus conquistas.

El segundo peronismo, con el general en su etapa senil, solo vino a pactar con la burguesía nacional una transición para evitar el crecimiento de las luchas obreras que ponían en jaque a los gobiernos de la dictadura abierta con el golpe de Onganía en 1966 y a la podrida burocracia sindical. La triple “A” no solo se creó para combatir a los “imberbes” de la juventud montonera sino fundamentalmente a la dirigencia clasista del movimiento obrero. Se puede afirmar que de esa manera se reflejaba, antes del golpe genocida de 1976, el “plan cóndor” del imperialismo en la región que tuvo su primer golpe en 1973 contra el gobierno de Salvador Allende. El golpe de 1976 fue la rúbrica de ese proceso y la derrota de una generación luchadora de obreros, estudiantes, intelectuales, etc. que permitió la aplicación del primer plan neoliberal ejecutado en nuestro país.

El tercer peronismo fue directamente neoliberal. Menem asume con la caída del muro de Berlín y el apogeo del imperialismo yanqui como hegemónico en la situación mundial. El “menemismo” respondía a esa situación. El nombre lo puso el hombre y sus circunstancias diría Ortega y Gasset, pero daba igual otro dirigente peronista que hubiera estado al frente en esa situación.

Sintéticamente llegamos al “Kirchnerismo”, fruto de una enorme situación internacional favorable al movimiento de masas que había hecho la experiencia con los gobiernos neoliberales del continente y que objetivamente se estaba llevando puesto todo lo que enfrentaba. Surgieron de allí distintas direcciones en cada país que configuraron la resistencia al imperialismo, una histórica manera de los líderes locales de dirigir al movimiento de masas hacia otros enemigos de clase, como el imperialismo o el poder colonial de entonces como sucedió en las revoluciones políticas de las colonias de América contra la metrópoli colonial. Esto permitió encauzar un modelo diferente del anterior basado en una mayor intervención del estado recuperando viejas conquistas que el neoliberalismo había derogado.  Por ejemplo, la ley “Banelco” (2000) que barrió con los convenios colectivos y luego fue derogada en 2004. Sin la presencia de una China que crecía a un ritmo de 2 dígitos anuales, la dirigencia local de America Latina se las arregló para contener la situación y ganarse el odio de los sectores de riqueza más concentrada y aliada del imperialismo yanqui. El régimen cambió a nivel internacional, ya no era el bipartidismo yanqui en cada país. Habiendo perdido el partido militar en Argentina y en parte en la región, comenzaron a tener un rol fundamental en el régimen político al poder judicial y los medios de comunicación.

Con eso la contraofensiva imperialista no se dejó esperar y permitió que volvieran “sus” gobiernos, los gobiernos de Macri, Bolsonaro, Lenin Moreno y Lasso, etc. Pero la experiencia con un mandato solo de esos gobiernos hizo que el movimiento de masas volviera a votar a sectores que gobernaron en la primer década y media del siglo. Pero ahora es China ya como potencia disputando la hegemonía mundial la que juega un rol de primer orden en la situación latinoamericana, sobre todo con el grupo de los BRICS. Ese modelo que se esbozó en la América Latina insurrecta de principios de siglo se potencia con el modelo de capitalismo de estado chino que permite que sectores reformistas adquieran alas y viento a favor para frenar a los revolucionarios.

Estos sucintos párrafos son solo para comprender lo que puede pasar en Argentina. Estos dos modelos capitalistas que se disputan el poder aquí es parte de la disputa mundial de los mismos y abren escenarios completamente diferentes en relación a la intervención de las organizaciones revolucionarias. Fundamentalmente en relación a las condiciones en las que va a tener que pelear el sujeto social revolucionario: la clase obrera.

Las elecciones del 13 de agosto

Las elecciones “primarias” del 13 de agosto configuraron un escenario que han sorprendido a conspicuos analistas. Estas elecciones en donde se proscriben a los que no superan el 1,5% de los votos para las elecciones generales y se dirimen a su vez elecciones internas de los frentes o partidos participantes, son un reflejo de la realidad a la que hay que estudiar en su composición estructural y de clase.

Un emergente de las elecciones del 2021 fue el economista liberal Javier Milei que obtuvo el 30% de los votos siendo la fuerza política y el candidato más votado en las elecciones superando a Juntos x el cambio 28% y a Union x la Patria (oficialismo) con el 27%.

Milei fue un candidato que surgió como panelista de los medios de comunicación más ligado al establishment alineado con el imperialismo. Su discurso de odio y bronca contra la “casta” política que al fin de cuenta lo subió al escenario, corrió por un lado la discusión hacia la derecha, pero al mismo tiempo con un mensaje claro conseguía empalmar con un sector social desposeído al decir que “los de siempre gobernaron y ahora había que echarlos, punto y basta”.

Sin siquiera coincidir o poner en discusión su programa, sectores que no tienen casi nada que perder se volcaron a votarlo masivamente. Justamente son esos los sectores con las mayores ambiciones de cambio real. Sin ningún tipo de conciencia sobre su pertenencia social y sus intereses son un motor, pasivo y por el voto, de los cambios que realmente hay que realizar de manera activa por la movilización. Como decía Alfredo Zitarrosa en una milonga dedicada al pueblo argentino, “lo que parece atraso suele transformarse pronto en cosas que para el tonto son causa de su fracaso”.

Si esos sectores mayoritariamente [hay un pequeño sector consciente que lo votó realmente por su programa ultraliberal] son el aspecto estructural de su voto, no menos cierto es que Milei refleja a nivel superestructural el sector más radicalizado alineado con el imperialismo yanqui en el contexto de la pelea por la hegemonía mundial del capitalismo de hoy. Sin embargo, el llamado “círculo rojo” del poder está muy preocupado por su ascenso al punto de haber hecho antes de las elecciones algunas campañas de desprestigio en su contra a través de sus alfiles mediáticos más prominentes.

Esto refleja la misma crisis política que cruza a los EEUU entre el trumpismo del partido republicano y el partido demócrata, es decir, al corazón del bipartidismo yanqui, crisis que a su vez se refleja “off shore” en países de su patio trasero. El “poder real” de la argentina apostaba a un cambio del lado de Juntos x el cambio, pero en su ambición de correr el debate a la derecha ajustaron tanto la tuerca que rompieron su rosca y el tornillo se soltó. Parece que a la derecha argentina ahora le falta un tornillo.

De todos modos, está por verse si la burguesía más concentrada de la argentina dejaría que Milei corte toda relación con “la China Comunista” ya que en Brasil la aún más poderosa burguesía brasileña le paró la mano a Bolsonaro en ese sentido diciéndole “un momentito, no vamos a dejar de comerciar con China quien es nuestro principal socio comercial”. Hay que ver hasta qué punto es la burguesía argentina tan servil al imperialismo yanqui.

La clase obrera

En la izquierda argentina hay una discusión muy importante en relación a esto que es la discusión sobre la participación o no en el movimiento de desocupados. El movimiento de desocupados tuvo su mayor apogeo a fines de la etapa neoliberal y con vaivenes llega hasta nuestros días. Con el gobierno de los Kirchner la recuperación de la capacidad instalada ociosa en las fábricas y la obra pública recuperó el empleo tanto el formal como el informal. La incorporación de una parte importante de los desocupados a la actividad económica como trabajadores bajo relación de dependencia y la defensa de sus derechos permitió que hubiera luchas muy importantes en la cuales también en algunos casos permitieron la formación de nuevas direcciones. Los ejemplos sobran. De todos modos, con el gobierno de Macri, se comenzó a ver las consecuencias de su política con la perdida de trabajo en la actividad pública y en la actividad privada.

Uno de los puntos más importantes en el programa y orientación de la izquierda es la intervención en las organizaciones de la clase obrera. No hay manera de dirigir a los principales batallones de la clase trabajadora para las luchas decisivas sino es interviniendo de lleno en la pelea por la dirección sindical, y sobre todo política, en los sindicatos de los trabajadores activos. Eso no excluye la posibilidad de organizar para la pelea al movimiento de desocupados que cumplen un rol en la movilización por sus reclamos y en apoyo de las luchas de la clase obrera organizada. Pero la clave económica y política pasa por el control de los medios de producción por parte de la clase obrera. Es ahí donde su poder (cuando se convierta en dual o completo) será fundamental en los momentos decisivos.

Dejar de lado la intervención política y sindical en las más importantes estructuras -aunque esta sea hecha con la más absoluta reserva hasta el momento que permita sacarla a la luz- es negarse a lo más importante para una organización revolucionaria marxista, dirigir al sujeto social de la revolución socialista.

Según las estadísticas del ministerio de trabajo las personas con trabajo registrado se dividen en las siguientes. Las del monotributo social deben ser las de los movimientos sociales organizados.


Desde ya la importancia estratégica, ubicación, cantidad de personal ocupado, rama de la producción etc. no es lo mismo en todos los casos. Todo eso está detallado con precisión a nivel nacional, provincial y municipal en la página del ministerio de trabajo. A estos 13 millones de personas hay que agregarles aquellas que no están registradas (mal llamadas “en negro”) que se calcula es un 40% del total, o sea unas 8,5 o 9 millones más. Las personas económicamente activas hoy rondarían el número de 22 millones. En las mismas estadísticas del ministerio de trabajo consta que el porcentaje de mujeres de ese total registrado es muy inferior al de los hombres (un 14%, 1,67 millones para equiparar a los hombres). Si sumamos a las mujeres trabajadoras en las tareas de cuidado -más un 40% aproximado del total si incluimos el número de mujeres en negro desocupadas- deberíamos sumar unas [ 1,67 + 0.4 T = T] 2,78 millones de mujeres lo que nos daría un total redondeado de 25 millones de personas.

De todos modos, esa población asalariada o sin asalariar que no es comerciante o dueña de algún medio de producción o renta financiera está estratificada en sectores de clase media acomodada, clase media baja y los trabajadores industriales y los menos calificados. Esto sin contar que la mayoría aplastante de los jubilados y pensionados que no están incluidos en esta estadística cobra la jubilación mínima.

Lo más importante de todo esto - lo fundamental - más allá de la imprecisión que puedan tener los números es que la clase obrera es por lejos con un modelo de capitalismo de estado la más compacta y mayoritaria. Esto es algo que se ve registrado en el mundo salvo países en donde todavía no hay un desarrollo industrial o de infraestructura importante. Solo pensar en el desarrollo económico de China que dejó de ser un país esencialmente campesino décadas atrás para pasar a ser prácticamente la fábrica del mundo lo demuestra. Por eso la importancia de estar pegado a ella y saber lo que pasa y no ser parte de esa clase política absolutamente distanciada de la realidad de abajo y que después no se explica los resultados.

En los años 90, la crisis del viejo MAS y el despido de millares de trabajadores, muchos de los cuales eran cuadros en empresas importantes del estado y otros en empresas privadas, llevó a muchos de ellos a estructurarse en el gremio docente. Luego de hacer la carrera correspondiente hoy la izquierda tiene un importante peso en ese gremio. Al mismo tiempo los desocupados fueron inundando las calles con su presencia y organización. Era justo ser parte de esa pelea.

Con el advenimiento de los Kirchner y la recuperación de la capacidad instalada ociosa dejada por el menemismo, las fabricas volvieron a adquirir otra vida. Tal vez allí había que realizar un cambio de orientación, intentando estructurar a los compañeros desocupados. De hecho, eso fue pasando al punto que las mujeres son el centro hoy de muchas organizaciones de desocupados. ¿Cómo se hizo? Eso fue responsabilidad de cada organización política. No se trata de hacer reproches ni balances. Hoy se abre una nueva encrucijada.

Encrucijada no porque con Milei, Bullrich o Massa cambie algo en relación a la explotación de la clase trabajadora que deviene del pago de la deuda externa al FMI y la distribución de la riqueza que todos ellos harán en favor de las clases poseedoras de los medios de producción, sino porque con Milei o Bullrich la composición de la clase obrera ocupada podría ser una reedición de los años 90. La relación con los sindicatos podría hacer estallar una crisis política y social muy explosiva ya que, a diferencia de los años 90, ya no es solo la hegemonía del imperialismo yanqui a marcar el ritmo, la armonía y la melodía. Ya no. La resistencia que podría inyectar el modelo de capitalismo de estado hoy es algo a tener en cuenta en la nueva realidad mundial.

Que venga un mecánico a ver si lo puede arreglar

Como dice el tango, la solución viene del lado de la clase obrera pero fundamentalmente de su dirección revolucionaria. Nahuel Moreno señalaba que “No todo sector que lucha es nuestro sector” y remarcaba “aunque sea la vanguardia en ese momento”. En una de sus intervenciones en el primer congreso mundial de la LIT-CI (1985) decía: “No estamos desesperados por llegar al poder. Porque si llegamos al poder en nombre de la pequeña burguesía agraria o de los semilúmpenes de las ciudades no hay forma de hacer nuestra política, porque nuestra política es de clase”. “Donde hay individuos aislados, la única forma de lograr un movimiento organizado es con una centralización burocrática bonapartista. No puede haber democracia obrera en clases que no son obreras. Esas clases va a responder a sus necesidades y a su estructura. Son aliadas del proletariado, y nuestra política es una política proletaria. (…) En todos los países del mundo la primera etapa de nuestros partidos es concentrarse en la clase obrera, en nuestra clase.  A partir de que dirijamos sectores importantes de nuestra clase, de que ganemos eso, comienzan las grandes maniobras y acuerdos con otros sectores de clase. Todo lo otro es desviarnos, entrar en un ambiente que no es el nuestro.”

El Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT-U) ha hecho una relativa buena elección en esta situación. Sin los medios económicos del resto de las organizaciones y en un terreno, el electoral, que no le pertenece, ha podido sostenerse y llegar a las elecciones generales. Probablemente sostenga una buena elección también en octubre.

Pero lo estratégico es ver si puede superarse a sí mismo, es decir saber que su rival más importante a superar son sus propias limitaciones. Eso sería posible si pudiera tener una inteligencia común para intervenir en primer lugar en la clase obrera. Que su obsesión sea saber cuantos delegados, comisiones internas y sindicatos dirige y como se pega a la clase obrera con menos derechos. Y al mismo tiempo esa inteligencia común sirva para intervenir en otras luchas y realidades sin ningún rasgo de soberbia o superioridad. La catástrofe a la que nos lleva el sistema capitalista pone en serio riesgo a la humanidad en el terreno ecológico y en la proliferación de guerras que están rozando a enfrentarse entre sí a potencias con arsenal atómico. La superación de su crisis de dirección revolucionaria obliga a tener que saber que es una tarea de carácter internacional y necesita de ejemplos que pueda seguir la clase obrera a nivel mundial.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Argentina en su Laberinto (2° parte)

¿A dónde va China?