Argentina: El gobierno del como si (2da parte)

 

Interregno de hegemonía y retroceso imperialista

Luego de la 2da guerra mundial en todo el mundo continuó el proceso revolucionario luego de la derrota del nazismo, éste abrió paso a los procesos de expropiación de la burguesía en toda Europa del Este y que luego, con China en 1949, se extendió a la tercera parte de la humanidad y también golpearon los procesos revolucionarios de independencia de las colonias ante las debilitadas metrópolis coloniales del Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica, etc.

Esta etapa fue denominada de “revolución inminente” por Nahuel Moreno. Pero las potencias que salían fortalecidas fueron los EEUU y la Unión Soviética estalinista. Estos pudieron imponer su régimen internacional en sus áreas de influencia como quedó definido en los pactos de Yalta y Postdam. El régimen internacional del estalinismo quedó hecho pedazos con la caída del muro de Berlín. El régimen internacional del imperialismo yanqui fue desgastado por rebeliones, revoluciones y luchas con el paso del tiempo especialmente con la revolución cubana que irradió la lucha revolucionaria en todo el continente y el mundo.

El boom económico de postguerra hizo que hasta la década del 70 no se avizorara un debilitamiento de su hegemonía incluso cuando obtuvo la primera derrota militar en su historia en Vietnam. A partir del comienzo de la crisis económica mundial capitalista en esos años su posible ocaso comenzó a vislumbrarse, pero la caída del muro de Berlín permitió paradójicamente el fortalecimiento de sus planes de contrarrevolución económica para paliar el deterioro de la crisis económica mundial.

Al imperialismo norteamericano no se lo puede definir por el régimen interno (el existente en Estados Unidos), sino por el régimen de conjunto, mundial, de dominio, del cual el régimen interno americano es sólo su parte privilegiada. Parte del régimen imperialista yanqui son los regímenes de Pinochet, Somoza o del Sha de Irán.” Darius Karim, La Dictadura Revolucionaria del Proletariado, 1979.

En Argentina con el golpe de 1955 el imperialismo terminó de imponerse en su “patio trasero”. El peronismo se adaptó a esta situación no sin muchas contradicciones. Por un lado la resistencia y por el otro la adaptación de la cúpula y de Perón mismo a esta nueva situación aceptando esta condición a pesar de su “tercera posición”.

El golpe militar de 1976 fue parte del régimen mundial del imperialismo para acabar con el ascenso obrero que estaba a punto de terminar su experiencia con el PJ. Conquistada la democracia en 1983, nada quedó más evidente, el poder real tenía tanto al PJ como a la UCR bajo el régimen bipartidista yanqui. Esos años, salvo algunas sediciones militares que se dieron por el enjuiciamiento de los militares genocidas luego de años de lucha y movilización, en general, el régimen bipartidista estaba consolidado. Los programas políticos de los medios de comunicación masiva con exponentes de ambos partidos eran tertulias donde no se ponía para nada en riesgo la solidez del dominio imperialista.

Las caídas de las dictaduras antes y previendo la caída del estalinismo hizo que por entonces (1985) Nahuel Moreno defina la situación mundial como objetivamente revolucionaria. Pero caído el muro de Berlín hubo un retroceso, un impase y una ofensiva imperialista que no duró más de una década y el régimen bipartidista yanqui se consolidó con Menem acatando los planes imperialistas al pie de la letra y la Alianza no hizo otra cosa que continuarlo.

Pero la contrarrevolución económica provocó enormes movilizaciones revolucionarias en el cono sur y cayeron los regímenes bipartidistas a imagen y semejanza del imperialismo. Esto fue lo que aceleró la crisis de hegemonía mundial de los EEUU (y el imperialismo europeo también que atravesaba una crisis superior) que además estaba empantanado en Medio Oriente y otras zonas del mundo. Las masas argentinas reflejaban esto cantando “sin peronistas ni radicales vamos a vivir mejor”. Y llegó el 2001.

En su momento hubo una discusión en la izquierda si lo del 2001 fue una revolución que cambió el gobierno, pero no afectó al régimen. Algunos sostenían que no afectó al régimen y los que sosteníamos que sí lo había afectado no lo supimos explicar bien, por debilidades que reflejaban un profundo nacional-trotskismo, ya que no tuvimos en cuenta que lo fundamental era que había golpeado profundamente al régimen mundial yanqui, no solo en Argentina, sino en el resto de América. A partir de ahí el régimen interno, nacional, de la Argentina no era el mismo, había cambiado cualitativamente.

Algo estaba pasando con la hegemonía mundial del imperialismo yanqui. Pero a diferencia de lo que pasó durante la segunda guerra mundial, la clase dominante, los terratenientes, el sector agroexportador y el sistema financiero y los importadores (resucitados con la dictadura) y los medios de comunicación hegemónicos se abroquelan detrás del imperialismo yanqui para no perder sus privilegios y le hace la guerra al nuevo gobierno. Todavía no surgía una alternativa a nivel mundial. Al menos una que fuese en el mismo sentido como fue el cambio de Inglaterra por EEUU en los años 40. China con su crecimiento iba a golpear la puerta un poco después pero no es lo mismo.

En América Latina surgió un bloque que venía jugando un rol alrededor de encontrar un capitalismo con rostro humano levantando la consigna “otro mundo es posible”, liderados por sectores ligados al castrismo, al chavismo y al foro de sao pablo con el apoyo de un sector de la iglesia católica. Esto reflejaba la gran crisis en las alturas para controlar el potente proceso de movilización revolucionaria que venía tirando gobierno tras gobierno y aniquilando los regímenes bipartidistas del imperialismo. En ese proceso surge el kirchnerismo. Sin el espacio o casi vacío de dirección que dejaba el imperialismo en su retroceso, y su bipartidismo derrotado, esa experiencia hubiera sido imposible.

Pero si lo resaltado en el párrafo anterior eran sus padres, sus padrinos lo fueron la debilísima dirección revolucionaria o la crisis de dirección que no se ha resuelto luego de la muerte de Nahuel Moreno y la imperiosa necesidad del peronismo por tomar la dirección para evitar que el aquel proceso atropellara con todos. Allí nació el nuevo gobierno del como sí.

El Kirchnerismo

Hay una diferencia fundamental entre el primer gobierno de Perón y su régimen y el que surgió con Nestor Kirchner en 2003. En el primer gobierno de Perón había un imperialismo yanqui en pleno ascenso con un boom económico de la economía capitalista e imponiendo sus políticas en toda el área que le correspondía luego de Yalta y Postdam. Y ese primer gobierno peronista nacía de las viejas relaciones de la oligarquía ganadera con el imperio ingles que continuó con el pacto de Roca-Runciman pero con el resto de la clase dominante ya pasada al lado del nuevo amo mundial. El apoyo de masas obrero y popular a su gobierno sí fue obra de Perón. Si no partimos de aquí cualquier otro análisis es equivocado.

Con el inicio del siglo XXI el imperialismo (yanqui y europeo) comenzó su retroceso en todo el mundo por diferentes motivos, pero sobre todo por no resolver la crisis económica mundial que no se recuperó con los mercados que surgieron por la caída del muro o la restauración burocrática en China que utilizó “para si” esa posibilidad. En su patio trasero esto se reflejó sobremanera en todos los gobiernos que nacieron rompiendo el cascaron del bipartidismo a medida de los EEUU.

Estos nuevos gobiernos no tenían un eje internacional común, entre ellos había muchas desigualdades sobre todo en cómo enfrentar al ataque del imperialismo. Éste por otro lado sufría su peor derrota en el fracaso del golpe de estado de abril de 2002 en Venezuela que luego se reflejaría en su derrota de imponer un área de libre comercio en America (ALCA) en Mar del Plata a fines del 2005.

El alto precio de los commodities permitió al gobierno de Kirchner encarar una política de concesiones para apaciguar la movilización revolucionaria del 2001 (sobre todo en el área de derechos humanos y civiles) y lograr una quita importante del pago de la deuda externa. Sobre esa base más la vuelta de la capacidad ociosa instalada que permitió una recuperación del empleo, logró formar un nuevo movimiento político: el kirchnerismo.

La crisis del campo

Antes de llegar a este momento repasemos el problema histórico de la tierra en Argentina. Ésta fue el talón de Aquiles del primer gobierno peronista. Con la nueva política impuesta por Martínez de Hoz, Argentina se convirtió en lo que pretendían los yanquis en su división internacional del trabajo, un país agroexportador que compra en la producción mundial toda otra mercadería. Con Menem eso se profundizó en cuanto a la entrega de las empresas públicas y el sometimiento de la soberanía. Y en este punto solo pudieron sobrevivir los terratenientes que pudieron asociarse con las nuevas empresas del agronegocio que imponían la “siembra directa” llena de nuevo productos de bioingeniería genética.

Durante el “menemato” la tierra se fue concentrando. Cierto es que surgieron luchas contra los remates que permitió sobrevivir a pequeños productores, pero la concentración en el terreno de la producción fue enorme. La tierra no dependía tanto de su titularidad, ya de por si en pocas manos, sino de quien la podía hacer producir[i].

Y llegó la crisis con el campo del 2008 casi en contemporáneo con la crisis mundial pero que tenía más que ver con la inestabilidad que se veía venir con los precios de los commodities. Esto provocó un frente único del campo, desde los pequeños y medianos productores hasta los grandes terratenientes, los pooles de soja (los que hacen producir la tierra) y el sector agroexportador (Cargill, Bunge, Vicentin, etc). No hubo una política independiente de los pequeños productores que sí tenían una causa de fondo para oponerse a la 125. El apoyo de sectores de izquierda a la justa lucha de los pequeños propietarios quedó muy pegado a los intereses de los grandes terratenientes y detrás de éstos estaba el imperialismo.

La contraofensiva yanqui

A partir de entonces, en medio de la crisis mundial que golpeaba a gobiernos que no cambiaron las estructuras económicas fundamentales de la economía capitalista el imperialismo pasó a la ofensiva. Conociendo y usando los límites de estos gobiernos, el imperialismo se lanzó a recuperar esos países con gobiernos “para ellos”. Porque el chavismo, el correísmo, el kirchnerismo, el de Evo, incluso la efimeridad del gobierno de Lugo, no eran “sus gobiernos”. En parte lo eran los gobiernos constituidos en Brasil (por la coalición gobernante) o el de Chile (por el régimen que dejó pinochet). Lo que no podía hacer era perder “su patio trasero” sin luchar.

El gobierno Cristina Kirchner reaccionó en parte con la estatización del 51% de YPF, el correo y el agua, y la nacionalización de las AFJP, sumado a medidas de corte social como la AUH o la moratoria jubilatoria que hizo que las amas de casa, en un 80%, se sumaran a ese régimen. Desde entonces hay una guerra abierta económica, política, mediática y judicial entre dos sectores capitalistas. Uno sustentado por el imperialismo yanqui y el otro sustentado por el retroceso de éste y el ascenso de China como nueva potencia económica mundial. Éste último al no tener un centralismo tan intenso como el que tiene el yanqui en el mundo, tiene muchas desigualdades, debilidades y contradicciones por la cual se puede colar la lucha obrera y popular y construir sujetos políticos revolucionarios.

Como el kirchnerismo fue el gobierno “del como si” enfrentara al imperialismo en esta nueva etapa mundial, al no tocar los resortes fundamentales de esa dependencia y la estructura económica en su área fundamental en cuanto a la economía argentina - el sector terrateniente y agro-exportador - no pudo terminar de otra manera que sucumbiendo ante el deterioro paulatino de la economía obrera y popular (clase media) producto de la crisis económica mundial y la ofensiva del imperialismo y sus agentes nacionales.

Éste recuperó su gobierno con la llegada de Macri en Argentina, y también con otros en América Latina (Themer-Bolsonaro en Brasil; Lenin Moreno en Ecuador, mucho después Añez en Bolivia).

Pero la experiencia hecha por el movimiento de masas con el Macrismo en Argentina fue demoledora. La lucha se vuelve más frontal pero la alternativa política para el movimiento de masas no aparece por izquierda salvo para un sector de vanguardia. Y volvemos al recuerdo y la comparación. Para ellas no es lo mismo una cosa que la otra. Así como diferenció entre Perón y Braden, o la libertadora después, no les da lo mismo el gobierno K con todas sus limitaciones que el gobierno de Macri. La diferencia es que la libertadora tenía detrás un imperialismo en su máximo apogeo y el Macrismo no solo tiene un imperialismo en decadencia, con la revolución dentro de EEUU mismo, sino que lo rodeaba una impresionante movilización obrera y popular mundial. Chile, Perú, Ecuador, Colombia, por citar casos en la región, pero también todo un mundo conmocionado en 2019.

Y el kirchnerismo, que para muchos dirigentes estaba muerto en 2015, volvió con Alberto Fernández como presidente y Cristina como Vice. Y vino la pandemia.


El gobierno de Fernandez-Fernandez

Después de 8 meses de asumido el gobierno de Alberto Fernandez y Cristina Kirchner rompen los records del “como si”.

Recordemos que estamos en una etapa de decadencia de la principal potencia mundial y su equivalente europeo. Si algo profundizó esta situación fue la paralización total de la economía y el comercio mundial por la pandemia. La caída del PBI de EEUU y el resto de los países se calcula tomada anualmente del 20-30%. China comenzará de más arriba y, si bien después de esto puede haber un rebote considerable, los términos de recuperación van a estar relacionado con un mercado mundial en la cual China es la principal productora y una de las principales consumidoras de energía y materias primas.

¿Estará la burguesía argentina preparada para un cambio de patrón mundial? Por el momento, en gran parte, sigue abroquelada junto al amo del norte. Son parte del régimen imperialista yanqui y ya expusimos que, de pasar china a ser la principal potencia, no sabemos si exportará su régimen. EEUU exportó su “democracia” con guerras, asesinatos, golpes, etc por el mundo. Esta es la grieta que se refleja a nivel nacional. Puede adquirir la forma de una guerra, no hay que descartarlo, pero no pienso que a China le convenga esto, ella corre con la ventaja objetiva que no le da ser o no la principal potencia militar, sino la de ser cada vez más sólida desde el punto económico y comercial y también, en lo tecnológico.

La pequeña burguesía y algún sector exportador de materias primas pueden verse atraídos por la demanda del lejano oriente ante la decadencia norteamericana. Pero lo importante aquí es que, si EEUU es derrotado económica y políticamente, las masas de este continente encontraran una oportunidad única para multiplicar su movilización. Esto es algo que calculan meticulosamente desde los gobiernos “progresistas”. Y, fundamentalmente, crecería la movilización en EEUU mismo.

Si el gobierno de Fernández avanzara con la expropiación de Vicentin, el gravamen a las grandes fortunas, o si dejara de pagar la deuda externa, para el imperialismo, en su condición de crisis, retroceso y decadencia, serían golpes a esos intereses. Y la movilización crecería en igual proporción. Pero no es el caso, además la cuarentena evita que exista una movilización masiva a favor de estas posturas ya que la parte racional, los trabajadores y el pueblo, no consume la libertad de los dementes anticuarentena.

Hasta ahora, el gobierno de Alberto Fernández fue el gobierno del “como si” resistiera a los acreedores de la deuda privada en dólares, sin embargo, siguió cediendo y llegó a un acuerdo el 4 de agosto obteniendo un respiro respecto a los vencimientos de los primeros 4 años pero hipotecando el futuro posterior.

Fue el gobierno del “como si” vapuleara a Techint tratándolo a su dueño de miserable y este respondiendo con 1700 despidos en obras y pagando la mitad de los salarios en Siderar.

Fue el gobierno del “como si” impulsara la expropiación de Vicentin, una de las principales exportadoras de cereales y productora de aceite en uno de los rubros claves de la economía argentina. Como hizo Yrigoyen en su momento que no expropió tierras a terratenientes endeudados hasta las narices a fines de la primera guerra mundial, la “expropiación” de Vicentin se convirtió en un fracasado fideicomiso y en la nada misma, teniendo que derogar un decreto firmado 2 meses antes.

 

 

Es el gobierno del “como si” por una maldita única vez fuese a gravar a las grandes fortunas, que involucra solo al 0,08% de la población económicamente activa. ¿Para cuándo?

Es el gobierno que tiene en la provincia de buenos aires a un ministro de seguridad que hace “como si” buscara a Facundo Castro, joven desaparecido el 30 de abril.

Es el gobierno del “como si” fuera a llevar al congreso la ley del derecho al aborto, seguro y gratuito, prometido en su momento para marzo. La pandemia, cierto, es una buena excusa para retrasarlo, pero las mujeres se siguen haciendo abortos clandestinos y muchas mueren en el intento.

El gobierno del “como si” enfrentara a la oligarquía y a los medios de comunicación y jueces “adictos”. Si sigue así será como el famoso “5 por 1” de Perón que lo único que hizo fue potenciar la ira furibunda de la oligarquía opositora. No es extraño, el gobierno del “como si” no puede ni sabe confiar en la capacidad de movilización de los trabajadores y los sectores populares por una clara definición de clase: no pertenece a ella.

Los descontentos en su interior nunca alcanzaran para corregir ese rumbo. Dialogar no es malo ni bueno en sí mismo, negarse a hacerlo porque sí sería cosa de necios. El problema es saber si se llega a algún lado dialogando con enemigos irreconciliables de la clase trabajadora y los oprimidos. Pero al no ser un gobierno de esa clase y de los sectores oprimidos, solo la movilización de éstos puede arrancarle alguna medida como en el pasado. Ejemplo de eso fue la movilización permanente de los organismos de DDHH y la izquierda para derogar las leyes de impunidad y retomar los juicios por lesa humanidad, o la lucha de la comunidad LGBT que obtuvo con su movilización las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Las movilizaciones de los desocupados también fueron los que al final consiguieron que hubiera AUH y otros paliativos del gobierno kirchneristas. La comunidad científica logró lo mismo en su área. Las paritarias y algunas otras conquistan tienen un recorrido similar. Nada es una concesión gratuita, hay que luchar y movilizarse.

Por supuesto que no es lo mismo un gobierno agente directo del imperialismo yanqui que hoy solo puede ser conducido por la más rancia derecha oligárquica. Pero eso es producto de un régimen internacional, el yanqui, que se desmorona por todos lados. Esta diferencia especifica es algo que existe en la conciencia de muchos sectores de la clase obrera y el pueblo.

La pandemia y la cuarentena solo está haciendo retardar la detonación de todas las contradicciones. En algunos países, donde la total irresponsabilidad de los gobiernos liberó todas las actividades, ya se ve cual es el carácter de la movilización obrera y popular cuando se libera. Lo vemos en las madres de Portland y el movimiento BLM, en el corazón de los EEUU y en todos lados. Cuando el hartazgo social o el fin de la cuarentena abra la posibilidad de movilizarse abiertamente la derecha argentina no va a tener lugar donde esconderse. Y el gobierno de Alberto Fernández si no oye el reclamo obrero y popular, tampoco.

Un gobierno “para si” solo puede ser llevado adelante por una clase social. Los gobiernos del “como si” terminan derrotados por la clase dominante como lo ha confirmado la historia. Las luchas de 4 décadas han logrado que los gobiernos “para si” del imperialismo y las clases dominantes argentinas hayan caído uno tras otro. Es tiempo de que haya un gobierno “para si” de los trabajadores y los sectores populares. Y eso solo puede ser llevado adelante por una dirección que confíe en la lucha de la clase trabajadora y el pueblo y construya una sociedad socialista y lo impulse en todo el mundo.

 Fabio Marucci



[i]Entre esas investigaciones se destacan las realizadas por Eduardo Basualdo en Flacso, focalizadas en la provincia de Buenos Aires, una de las zonas agropecuarias más ricas. En su libro Estudios de historia económica argentina apunta que, en 1996, en la provincia de Buenos Aires existían en total 1250 propietarios con más de 2500 hectáreas, desagregados de la siguiente manera:

- 740, entre 2500 y 4999 hectáreas.

- 255, entre 5000 a 7499 hectáreas.

- 94, entre 7500 y 9999 hectáreas.

- 107, entre 10.000 y 19.999 hectáreas

- 54, de 20.000 en adelante, incluidos los estados (nacional y provinciales).

En conjunto, son dueños de 8,7 millones de hectáreas, algo más del 32 por ciento del total de la provincia. Basualdo ubica como causa central del predominio dentro del campo argentino de los grandes propietarios de más de 20.000 hectáreas la posibilidad de aprovechar economías de escala. En los últimos quince años, el proceso de transformación en la forma de organización y de desarrollo técnico-productivo del campo ha provocado una acelerada concentración de la producción, y no así la de la tierra. Esta ya se encontraba históricamente en pocas manos. Lo que se ha verificado es una enorme concentración de la producción sobre tierras arrendadas, lo que ha provocado una profunda alteración de la estructura económica y social del campo. La propiedad de la tierra sigue tanto o más concentrada que antes, fenómeno que se asocia ahora con el actual proceso de concentración de la producción. Esta es fruto de la irrupción de nuevas formas de funcionamiento de la actividad para operar con economías de escala, con una elevada participación del capital financiero y extrasectorial que alquila grandes extensiones, apropiándose de gran parte de la rentabilidad agraria sin inmovilizar recursos con la adquisición de tierra.” Alfredo Zaiat, Pagina12, 11/09/2011

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