Argentina: El gobierno del como si (1ra parte)

 

Antes de entrar en el mérito del título de este ensayo me gustaría repasar algunas premisas históricas indispensables sobre las clases sociales dominantes de la Argentina en particular y de América Latina en general.

En América Latina subsistió una clase terrateniente muy similar a la clase terrateniente del sur de los EEUU antes de la guerra civil. No hubo una clase burguesa industrial en ascenso que se le opusiera o encontrara un límite para su desarrollo como para provocar un conflicto similar. En América Latina y en particular en Argentina y Brasil los dueños de la tierra fueron las únicas clases capaces de unificar el país sobre la base del latifundio y la venta de sus productos en el mercado mundial.

Los “sureños” de Sudamérica

El enfrentamiento entre unitarios y federales fue el enfrentamiento entre dos clases terratenientes similares una cercana al principal puerto y única aduana del país con respecto al extranjero y la otra con sede en el litoral (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes). El resto de las provincias tenían incipientes industrias como cuyo o el NOA. La ventaja de la primera era que su relación con la burguesía comercial porteña le proporcionaba una ventaja primordial al margen de cualquier roce. Por eso todos “los Anchorenas” bonaerenses que antes de Caseros eran rosistas de la noche a la mañana se hicieron mitristas. El frente antirrosista de Caseros duró lo que dura un rayo. “Urquiza nacionalizó la Aduana el 28 de agosto de 1852. La revolución porteña se produjo el 11 de setiembre” dice Milciades Peña en Historia del Pueblo Argentino. Es más que eso, Peña detalla “El doctor Lorenzo Torres, uno de los más importantes hombres de Rosas, fue el principal revolucionario de setiembre. El general Ángel Pacheco, jefe de la vanguardia de Rosas en Caseros, pertenecía a la misma falange reivindicadora de los derechos y libertades, y al general Flores, otro de los vencidos en Caseros se lo hizo ministro. ¿qué enumerar más hombres de Rosas de los que tomaron parte en el alzamiento de setiembre si designando solo a dos ya está dicho todo? Troncoso y Badia, los principales ejecutores de las altas obras del tirano en la época de terror, fueron dados de alta como coroneles para combatir al vencedor de Caseros” Ídem.

El coronel Hilario Lagos puso sitio a Buenos Aires con todo el gauchaje de la provincia. Hubiera tranquilamente entrado a Buenos Aires y vencido al frente de unitarios y federales bonaerenses a pesar de que estos “arreglaran” con los jefes navales de Gran Bretaña, Francia, España, Brasil que desde el puerto desembarcaron sus tropas y se ubicaron en diversos puntos de Buenos Aires para su defensa. Al menos, si hubiese sido el caso, Mitre hubiera declarado la “Republica Municipal de Buenos Aires” como caso extremo. Don Hilario fue derrotado finalmente. “Lagos contuvo a las masas. Pero, aunque estas hubiesen tenido un caudillo dispuesto a conducirlas hasta el propio centro de Buenos Aires, poco hubieran sido capaces de hacer, a parte de una escarmentadora e higiénica poda de cabezas oligárquicas. Luego, vueltas al campo, inevitablemente el poder hubiera refluido a manos de la oligarquía porteña” Ídem. O, agrego yo, hubiera quedado en manos de una oligarquía similar, la del litoral y no hubiera cambiado nada. “Vencido Lagos, “los más decididos partidarios” de llevar una guerra de exterminio contra Urquiza para imponer el dominio de Buenos Aires sobre todo el país eran el gobernador Obligado, Don Nicolas de Anchorena y Don Lorenzo Torres, la flor y nata del rosismo (Saldias, Historia de la Confederación Argentina, vol. II, 86). Eran más unitarios que Rivadavia.” Ídem.

La Confederación Argentina no hubiera podido sola derrotar a Buenos Aires. La amenaza permanente de secesión de esta última era apoyada por todas las finanzas de Europa. La bolsa de Londres era su puntal. Cuando las metrópolis pasaron a convertirse en países imperialistas eso se profundizó, pero para entonces la “unidad nacional” con centro en Buenos Aires y el aplastamiento del Paraguay ya estaban realizados. La mal nombrada “conquista del desierto” fue en realidad el “dessert” de la oligarquía ganadera. La conquista de la tierra llegaba a su esplendor. No por nada uno que la pensaba distinto a ellos en cuanto al desarrollo capitalista del país, Sarmiento, decía que “la bosta gobierna la Argentina”.

Con Rosas, con Mitre, con Roca y el radicalismo, la matriz de la clase dominante en argentina no cambió, vivió en el lujo como los hacendados de Virginia o Carolina en los EEUU antes de la guerra civil. Y esto fue así mientras no estuvo en discusión el dominio de Argentina como país dependiente, y en algún tramo semicolonial, del imperialismo inglés, pero también del sistema financiero internacional. ¿Sin contradicciones?, absolutamente no. Las hubo y muchas, lógicas entre un sector que vende al mercado mundial y el imperialismo. Uno de ellos fue la venta del Ferrocarril Oeste al capital inglés. ¿Venta? Remate, casi un regalo de uno de los más productivos ferrocarriles que beneficiaba a la oligarquía ganadera del noroeste de la provincia de Buenos Aires. Crisis entre el mitrismo anacrónico y el roquismo hubo en 1880. El endeudamiento externo de Roca-Celman-Pellegrini provocó una enorme crisis en el 90. Hubo roces entre la oligarquía ganadera y Gran Bretaña y la sirviente suboligarquía intermediaria de ésta última en lo financiero. Luis Sáenz Peña quiso investigar a los ferrocarriles ingleses pero las empresas lo dejaron sin ministros y sin congreso (Ídem).

El radicalismo

El radicalismo de Yrigoyen tampoco intentó sacar los pies del plato. “El gobierno de Yrigoyen realizó o intentó salvar la ganancia de la burguesía argentina y en especial la renta de los terratenientes, en momentos en que descendían los precios agropecuarios, se desvalorizaba la tierra etc. Se apoyó a los chacareros con medidas tales como la distribución de semillas (ya realizada por los gobiernos oligárquicos en 1897, 1911, 1912, 1924) o la reducción de los arrendamientos y la prórroga de estos. Pero la medida básica para salvar la economía del campesino – darle la tierra en propiedad – nunca fue siquiera esbozada. La baja de los precios agropecuarios al término de la guerra creo una situación difícil para la burguesía terrateniente, agobiada por pesadas deudas. Yrigoyen no intentó aprovechar la coyuntura para expropiar las desvalorizadas tierras y entregarlas a los campesinos. Procedió a salvar la renta de los terratenientes mediante una liberal política crediticia, y con ese objeto proyectó la creación de un Banco Central que no se concretó (Frondizi, Petróleo y Política, 77)” Ídem.

Eso no impedía que los “hacendados de Virginia” de nuestro país no expresaran su peor racismo contra la chusma que seguía a Yrigoyen. A pesar de que el segundo gobierno de Yrigoyen favoreció al capital ingles metido en la industria petrolera argentina contra la Estándar Oil yanqui, la crisis económica mundial hizo aumentar la intolerancia de la burguesía terrateniente argentina. La crisis imponía un gobierno absolutamente ligado a “los altos círculos capitalistas” “sedientos de orden y de un gobierno que no tuviese compromisos con las masas” Ídem. Se formó un gobierno directo de los estancieros y el imperialismo inglés.

La década infame

Tan así fue que el vicepresidente de Agustín P. Justo, Julio A. Roca (h), en misión en Londres admite que “la Argentina, por su interdepedencia reciproca es desde el punto de vista económico una parte integrante del imperio británico” Ídem. Tras cartón se firma el tratado Roca-Runciman por el cual Argentina vendía toda la carne que Gran Bretaña necesitaba y compraría todo lo necesario a Inglaterra, aunque eso fuese construido en los EEUU. Los ganaderos argentinos felices pues conservaban el mercado inglés. Todo el resto no les importaba lo más mínimo. ¿El resto que era?

se concedía a compañías británicas el monopolio del transporte en la ciudad de Buenos aires hundiendo la competencia de los pequeños transportistas nacionales, cuyos vehículos se expropiaron al efecto. Se hacían concesiones aduanaras por importe de veinticinco millones de pesos que permitían el libre ingreso de mercaderías británicas en perjuicio del fisco y de la industria nacional. Se asignaba para las compras en Inglaterra cambio abundante a tipos preferenciales mientras se cerraba el mercado argentino para los competidores de Inglaterra. La Argentina se comprometía también a destinar al pago de las inversiones británicas la mayor parte de los ingresos provenientes de las exportaciones a Gran Bretaña – y esto equivale a aceptar la inconvertibilidad parcial de la libra-. Algo más: se inició por imposición británica una política de nacionalización de inversiones inglesas deficitarias pagándolas a precio de oro y descapitalizando al país en beneficio de los inversores ingleses. Esto se concretó en la nacionalización de un ferrocarril británico (Virgil Salera, Exchange Control and the Argentina market, NY, Columbia University) en cuya ocasión el gobierno del General Justo expreso que iniciaba “una nueva orientación en materia de política ferroviaria, cual es la adquisición paulatina por el Estado de las empresas particulares que explotan hoy el servicio ferroviario” (DSCSN, 28/12/1938) En fin la diplomacia argentina asumía la abierta defensa de los grandes intereses de la diplomacia británica en América del Sud – encaminada a detener el avance norteamericano – y la Argentina se transformaba en submetropoli inglesa en América del Sud (Le Monde 5/8/1933)” Peña, Ídem. En la guerra boliviano-paraguaya la argentina respaldó a la británica Royal Dutch con asiento en Paraguay contra la Estándar Oil que apoyaba a Bolivia.

Semejante dependencia surgía de los intereses de los terratenientes argentinos y del indudable dominio del Imperialismo Ingles en la región y en el mundo. La crisis del 30 solo la reafirmó. Los “sureños” argentinos nunca perdieron su lugar y el amo imperial obtenía lo que quería incluso favoreciéndose de expropiaciones hoy tan vilipendiadas. Esta pareja sufrió un cambio al término de la segunda guerra mundial pero lo que se mantuvo igual fue la estructura de clases, aunque hayan cambiado algunos nombres. Argentina nunca dejó de ser el país de los dueños de la tierra. Solo cuando hay un paréntesis por ascenso o caída de la potencia mundial dominante se abrieron las puertas para acabar con eso. Eso vendría al término de la segunda guerra mundial y lo estamos viviendo ahora con el declive de los EEUU.

Si sobre el mundo Inglaterra era la principal potencia, sobre América los EEUU estaban peleando ese lugar, pero la gran crisis del 30 lo detuvo. EEUU fue la última potencia en salir de la crisis al no disponer de colonias o semicolonias como sus competidores ingleses y alemanes. Inglaterra en ese sentido fue la primera en recuperarse. EEUU tenía solamente a su mercado interno como vía de escape fundamental.

En Argentina trajo aparejado una gran crisis en el campo al caer en picada los precios y las demandas que de todos modos fueron para Inglaterra. Esto provocó una gran concentración de la tierra y también en las industrias a través de grandes Trusts. Si al inquilino que trabajaba una tierra le era imposible convertirse en propietario, para el peón rural eso era una quimera.

Esto provocó una gran inmigración interna del campo a los centros urbanos. La clase obrera creció en cantidad, primeramente, en la construcción. Pero también en la industria ya que se dio otro fenómeno que fue la industrialización del país en muchas áreas para el mercado interno. Esta nueva burguesía industrial se nutrió de la oligarquía terrateniente y quedó entrelazada. Pero también fue un proceso de concentración que aprovecharon los Trusts como el de Otto Bemberg, Dreyfus y Bunge y Born. Estos dos últimos concentraban toda la comercialización de cereales del país.

Los grandes estancieros y los invernadores se unieron al imperialismo inglés, a los grandes frigoríficos y a los otros sectores monopólicos para campear el temporal e ir moldeando al país a su imagen y semejanza” Nahuel Moreno, Método de interpretación de la historia argentina. “Basta echar un vistazo a quienes integraban el directorio del Banco Central en 1940 para darse cuenta de la “hermandad” existente entre los círculos de la economía nacional y el imperialismo, con preferencia el inglés. En efecto, ese año, entre otros, figuraban como directores Martin Pereyra Iraola, Jorge Santamarina y Roberto W. Roberts. Tras los dos primeros había miles de hectáreas y cabezas de ganado, y estaban los estancieros de la provincia de Buenos Aires. Tras Mr. Roberts estaba el consorcio Leng Roberts y tras éste el capital financiero inglés (Midland Bank, Lloyds Bank, Barclays Bank, Westminster Bank, National Bank, los cinco grandes bancos ingleses). Leng Roberts extendía su influencia a todos los sectores de la economía argentina, participando en empresas como Philco Argentina, La Buenos Aires de Seguros, Invad, Azucarera Argentina, Compañía Minera Aguilar, El Globo, Transradio Internacional, Pinturas Apeles, La Cantábrica, La Rosario de Seguros, Bodegas y Viñedos Arizu, Fábrica Argentina de Alpargatas. Además, Leng Roberts estaba vinculado a Bunge y Born y a la Forestal, así como a Shell Mex, y conjuntamente con los grupos Tornquist y Braun Menéndez Behety participaba en CADE, Ferrum, Neoplástica, Cristalerías Rigolleau, en la Compañía Sudamericana de Fósforos, etcétera” Ídem.

Antes del peronismo el país se había industrializado. La 2da guerra avanzaba y la presión del imperialismo yanqui se multiplicaba. La burguesía industrial se iba pasando al lado de Wall Street al ver la ayuda que Brasil y Chile recibían en esa area. La guerra hacía que la comercialización de cereales a Europa fuera difícil y el único mercado posible fuese Brasil y Centroamérica, pero estos estaban controlados por los EEUU. Entonces también los que comerciaban cereales se pasaron al bando yanqui lo mismo que otros que dominaban industrias del interior como Robustiano Patron Costas dueño del azúcar. Los únicos que quedaban al margen de esto eran los estancieros pro-ingleses. La crisis que inició la guerra en la clase dominante argentina estaba por estallar. Pero esta crisis, esto es fundamental entenderlo, se debía a la crisis provocada por la pelea por el liderazgo mundial puesto sobre la mesa por la segunda guerra mundial. Aunque ahora no haya una guerra abierta como entonces, hoy pasamos por otra disputa mundial que viene provocando desde inicios de este siglo crisis en las clases dominantes y fundamentalmente en la superestructura política de los países dependientes como el nuestro.

El golpe de junio de 1943 fue un golpe de los estancieros y el imperialismo inglés. Quién sabe, si los EEUU hubieran cedido al reclamo del nuevo gobierno militar sobre el envío de aviones, repuestos, armas y maquinarias para restablecer el equilibrio regional de argentina con respecto a Brasil y otros países de la región, el gobierno rompía con el Eje y pasaba tranquilamente a la esfera norteamericana. La respuesta fue que antes de hacer pedidos la argentina debía obedecer primero. El gobierno lo rechazó. A partir de ahí “la prensa norteamericana que consideraba enteramente democrática la dictadura de Vargas en Brasil, no tardó en probar diariamente que la Argentina constituía la sucursal latinoamericana del nazismo alemán.” M. Peña, Historia del Pueblo Argentino.

Cuando esto se dio a conocer en setiembre de 1943 se produjo algo que creció con el tiempo como cuando se arroja una pequeñita bola de nieve desde la cima de una montaña nevada. “La arrogancia yanqui aportó al gobierno militar la primera corriente de simpatía entre amplias masas populares y en la misma medida el menosprecio de los sectores pronorteamericanos de la pequeña burguesía especialmente el estudiantado que se movía bajo la influencia socialista y comunista, así como de los sectores burgueses que como Pinedo o Patrón Costas se orientaban decididamente hacia el cambio de metrópoli” Ídem. Esa fue tal vez la primer “grieta” trabajada como tal en la superestructura y los medios de comunicación del país.

El Peronismo

En diciembre de 1943 nacía el “peronismo” cuando la voz del coronel Juan Domingo Perón se escuchó en todas las radios del país como recién nombrado secretario de trabajo y previsión. A medida que la presión norteamericana crecía – en marzo de 1945 Argentina declara la guerra al Eje – la influencia del gobierno militar sobre el movimiento obrero aún más.

¿Hubiera surgido el peronismo sin esa crisis en las alturas? ¿Tanto en las alturas internacionales que regía el mundo como en las alturas nacionales que regía el país? El peronismo surgió como un régimen bonapartista que se apoyó en sus inicios en las fuerzas armadas, la policía, la iglesia (se abolió la educación laica) y el movimiento obrero, al cual organizó y disciplinó desde el estado. “Las condiciones históricas eran ideales para el éxito de una política bonapartista. La economía argentina atravesaba un ciclo de creciente prosperidad, la cuota de ganancia de los capitales crecía constantemente y era posible otorgar mejoras a la clase obrera sin perjudicar en nada esencial los intereses de la burguesía, aunque ésta, claro está, proclamaba lo contrario” Peña, Ídem. Otorgó al movimiento obrero medidas progresivas, como el congelamiento de los alquileres en 1943 que permitió no fueran grandes los aumentos de salarios necesarios para ese fin. Aumentos de salarios que en las empresas de capital ingles eran pagadas por el estado (Peña, Ídem). También muchas mejoras en las condiciones laborables. El estatuto del peón rural en 1944.  El movimiento obrero se movilizó por su líder el 17 de octubre como clase obrera en si no para sí. “paradójicamente la clase más joven y potencialmente revolucionaria de la Argentina fue movilizada por el gobierno bonapartista para defender frente al imperialismo yanqui a las clases más retrogradas del país y a su socio y acreedor centenario, el imperialismo inglés” Peña Ídem.

La “grieta” abierta entre las clases medias y la burguesía más el imperialismo yanqui por un lado y el peronismo (con toda su contradictoria representación) por el otro era insalvable. El otorgamiento del aguinaldo y las vacaciones pagas en diciembre de 1945 terminó de consolidar al movimiento obrero con Perón. Esta progresiva medida otorgada a los trabajadores (que no se aplicaba en los ferrocarriles ingleses) puso los pelos de punta a toda la burguesía para quienes “la dignidad humana exigía que los obreros no tuvieran vacaciones pagas. Darles un sueldo anual complementario era ya la barbarie totalitaria” Peña, Ídem.

Por entonces la Unión Democrática, la alianza opositora bajo la dirección del imperialismo en persona de Braden había lanzado el “Libro Azul” del peronismo por el cual se acusaba al gobierno y Perón de ser nazis. Los cuadernos de centeno enrojecerían de vergüenza al lado de aquella acusación.

Con el peronismo se pueden imaginar todas las contradicciones posibles al interior de un estado, régimen y gobierno. Su “nacionalismo” es producto de un momento muy complejo en el cual se apoyó en el movimiento obrero para maniatarlo y concediendo en lo posible a su viejo amo inglés[i]. Esto no significa que al mismo tiempo fuera el único gobierno hasta entonces que otorgó más democracia al movimiento obrero con respecto a la patronal e introdujera el voto de la mujer en la política argentina[ii].

En este sentido fue el primer gobierno “del como sí”. Sin desmerecer la enorme capacidad organizativa introducida al movimiento obrero que elevó su conciencia sindical enormemente, al mismo tiempo redujo su conciencia política de clase a la mínima expresión. Peña cierra su libro diciendo que no hubo ninguna “revolución peronista” que la misma se redujo a la “sindicalización masiva del proletariado fabril y de los trabajadores asalariados en general. Democratización de las relaciones obrero-patronales en los sitios de trabajo y en las tratativas ante el estado. 33% de aumento en la participación de los asalariados en el ingreso nacional” Peña, Ídem.

Pero lo más importante de entender es que todo se cerró cuando el imperialismo ingles dejó su lugar definitivamente al nuevo imperialismo en ascenso, el yanqui que, a través de la Iglesia Católica (que también se acomoda a los acontecimientos mundiales) y sectores de las FFAA logra derrotar definitivamente al gobierno de Perón. Su último “como sí” fue declarar el “cinco x uno” “como si” fuera a aplastar a la oposición golpista. No lo hizo. Pero eso sí hubiera sido contradictorio, hubiera sido acabar con toda la estructura terrateniente y capitalista del país, algo que el peronismo no estaba dispuesto a hacer.

De todos modos, en la memoria y conciencia de la clase obrera, no todo es lo mismo. Ella siguió siendo peronista. Era indudable, lejos del conocimiento de la realidad que hacemos los marxistas, la lógica formal es la primera que surge en el pensamiento. ¿Acaso no podemos comparar a Perón con Braden, o al peronismo con la oposición oligárquica? La revolución libertadora les dio a las masas más argumentos con su bombardeo a la plaza de mayo en junio del 55 y después con sus fusilamientos.

Pregunto ¿Acaso hoy el movimiento obrero y popular no compara lo que hizo Macri en 4 años con los que fue el kirchnerismo? ¿Acaso no imagina lo que hubiera sido el gobierno de Macri si hoy estuviera en esta pandemia a cargo del gobierno? Aquí ya es elevarse a la lógica hipotético-deductiva. Claro que lo hace. Desmalezar el pensamiento de todas las contradicciones formales hasta llegar a la contradicción fundamental de la relación capital trabajo es una tarea que comienza dialogando con las primeras.

Segunda Parte


[i]Con respecto a los ferrocarriles adquiridos por Perón, el primer plan inglés fue constituir una sociedad mixta, donde se le reconociera un capital elevadísimo y se le garantizara un interés del 4%. Esa sociedad se fundó en 1946 y contenía cláusulas inusitadamente leoninas. Impuestos: se prorrogaba indefinidamente el artículo 8° de la Ley Mitre que -conviene recordarlo- vencía en enero de 1947, en lo que hacía a la exención de todo tipo de tasas e impuestos por los materiales importados para su funcionamiento. Es decir, se exoneraba indefinidamente a la nueva empresa del pago de la totalidad de los impuestos nacionales, provinciales y municipales y de los derechos de aduana. Además, los dividendos girados al exterior no iban a pagar impuestos a las remesas. Capital: la República Argentina incorporaba al capital de la nueva empresa quinientos millones de pesos moneda nacional, en un período de cinco años, destinados a la modernización del sistema. Ganancia: el gobierno argentino aseguraba al capital británico integrante de la nueva empresa un rendimiento mínimo del 4% y un máximo del 6%, con un mínimo de ganancia líquida asegurada en ochenta millones por año. Se aclaraba que si luego de dos años consecutivos el rendimiento bajase de aquella suma “se adoptarían las medidas necesarias para permitir a la nueva empresa producir ese rendimiento neto anual” (4% como mínimo). Recordemos que en el período 1931-1946 el beneficio anual de los ferrocarriles británicos no había alcanzado nunca el 2%. No obstante, la sociedad mixta no se concretó por presión del imperialismo yanqui, que planteó que la actitud inglesa al constituirla violaba la reciprocidad comercial entre ambos países, ya que los ferrocarriles argentinos debían servir para cancelar los compromisos financieros que Inglaterra había contraído con los Estados Unidos. En efecto, en 1945 el Reino Unido había recibido un empréstito de los yanquis por tres mil setecientos cincuenta millones de dólares. Los norteamericanos esgrimieron el argumento de que el pacto de comercio anglo-argentino de 1946 (que echaba las bases de la sociedad mixta) establecía que las libras que la Argentina tenía inmovilizadas en el Banco de Inglaterra sólo se usarían en el área de la esterlina, lo que, obviamente, limitaba el mercado argentino a las exportaciones del empréstito citado. La realidad era que la empresa anglo-argentina arruinaba los planes yanquis de apoderarse de nuestros ferrocarriles como parte de su objetivo de colonización del país. Planteada la crítica virulenta de los nuevos amos del mundo a sus antecesores, éstos modificaron urgentemente su actitud y exigieron al gobierno argentino que se hiciera cargo de los ferrocarriles. Es célebre al respecto lo publicado por Scalabrini Ortiz, que relata la negativa en primera instancia del equipo peronista encabezado por Miguel Miranda de comprar los ferrocarriles y la amenaza inglesa -puñetazos en la mesa de deliberación mediante- de bloquear los fondos que nuestro país tenía en Inglaterra en 1947 como consecuencia de suministros hechos durante la guerra. Al final, el estado argentino pagó las empresas ferroviarias británicas con un adelanto de cien millones de libras esterlinas al 0,5% de interés anual que le hizo el gobierno inglés a cuenta de futuras exportaciones, más diez millones en la misma moneda que el gobierno inglés le pagó por diferencias en los precios de los productos argentinos vendidos a Gran Bretaña y más de cuarenta millones del fondo de libras bloqueadas que dormían su sueño eterno en el Banco de Inglaterra, también a razón del 0,5% de interés anual, según reza el articulado del Pacto Andes, firmado en la posguerra para regular las relaciones económico-financieras anglo-argentinas. En realidad, la política de nacionalizaciones se había extendido a varios rubros, entre los que podemos citar los siguientes:

Ferrocarriles ingleses 600 millones de dólares (en libras); Ferrocarriles franceses 45 millones de dólares; Unión Telefónica 95 millones de dólares; Repatriación de empréstitos del gobierno nacional contraídos en EE.UU. 130 millones de dólares; Repatriación de empréstitos contraídos en Inglaterra 100 millones de dólares; Repatriación de empréstitos contraídos en Europa 13 millones de dólares.

Con el pacto Roca-Runciman se repitió la benevolencia peronista. Ni bien Perón subió a la presidencia envió una nota diplomática solicitando que el mismo continuara en vigor. Así, como consecuencia de la buena disposición de Perón hacia los ingleses, se renovó el convenio sobre las carnes. Se aumentó el precio con relación a 1933 en sólo un 45%, cuando en valores reales la carne había subido un 200% en esos trece años” Nahuel Moreno, Método de interpretación de la historia argentina.

 

[ii]Sin embargo, el hecho remarcable de la etapa es, sin dudas, de carácter cualitativo: se legalizó el funcionamiento de las comisiones internas y cuerpos de delegados, que discuten minuto a minuto, segundo a segundo, los problemas específicos con la patronal; que paran la fábrica, la ocupan y hacen permanentemente una gimnasia de poder obrero a ese nivel, el de fábrica, obviamente no a nivel nacional. Es lo verdaderamente histórico porque significa la aparición de una nueva forma de organización del movimiento obrero, de enormes posibilidades, y que iba a echar raíces tan profundas que ni la llamada “revolución libertadora” pudo destruir; fue, indudablemente, la más fabulosa conquista de los trabajadores en la etapa peronista. Por lo demás, el gobierno se apoyaba en el movimiento obrero, aunque tendía a controlarlo en forma férrea a través del aparato estatal. En este sentido, cabe destacar que años después de la caída de Perón algunos peronistas admitieron que el peronismo tuvo una estructura totalitaria, lo que, en última instancia, confirma lo que afirmamos en plena vigencia de ese régimen. No obstante, a diferencia de Cooke, por ejemplo, uno de los críticos postreros, analizamos dialécticamente el fenómeno y reiteramos que, así como el peronismo tuvo un carácter totalitario en la superestructura, es decir en la conducción política del gobierno, fue el régimen más democrático en la base que recuerda el país, precisamente por las concesiones que hizo al movimiento obrero. Hemos tratado de definir este tipo de democracia: se trató de una democracia de contenido, no de forma. En la década del 60 asumió el gobierno Arturo Illia, gobierno que, junto con los de Hipólito Yrigoyen, fue uno de los más democráticos, formalmente hablando, que haya tenido la Argentina; sin embargo, en cuanto a su contenido resultó reaccionario.”

“Es que el peronismo fue el producto de un período en que la economía del país gozó de una magnífica situación de conjunto. No se lo puede entender si no se parte de ese hecho fundamental. Esa situación permitió la existencia de un régimen relativamente estable, asentado en un gobierno bonapartista sui generis, que resistía la colonización yanqui apoyándose en un movimiento obrero al que controlaba en forma totalitaria. A su vez aplicaba una política contradictoria para permitir que la estructura capitalista argentina siguiera subsistiendo. Esta iba a ser, dialécticamente, la razón de la caída del peronismo, pues a pesar de las concesiones hechas a los trabajadores y a la independencia relativa ante el nuevo amo del mundo fue incapaz de liquidar los factores esenciales del dominio imperialista sobre la Argentina. El talón de Aquiles de su política fue no liquidar la estructura terrateniente y capitalista, así como las grandes inversiones financieras del imperialismo, a excepción de las que el propio imperialismo exigió que se liquidaran”. Nahuel Moreno, Ídem.

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