Trump y la Situación Mundial


Mucho se ha dicho acerca de Trump antes de su triunfo primario en el partido republicano como después ya electo presidente de los Estados Unidos. Muchas de esas cosas se fueron confirmando en este primer mes y algo de mandato y otras más deberán ser confirmadas o rechazadas por la realidad. Pero justamente, Trump debe responder a una situación mundial nueva, distinta a la de otras décadas del siglo XX en donde también surgían fenómenos de una derecha fascista xenófoba, misógina y proteccionista. ¿Por qué no hablamos también de esa situación mundial que es tan importante como el presidente de los EEUU?

La contrarrevolución del siglo XX

La contrarrevolución no surge de la nada, surge como respuesta a un ascenso revolucionario mundial signado por la revolución rusa de 1917, ascenso que enfrento en Hungría, Alemania, Italia y otros países. Ella se consolidó con el régimen de Mussolini primero en Italia y con el ascenso al poder de Hitler y la derrota del proceso revolucionario en la guerra civil española. Desde entonces en todo el mundo surgieron movimientos nacionalistas de derecha que descargaban sobre los inmigrantes, las minorías y la mujer todo su odio funesto como chivos expiatorios de la crisis a la que el capitalismo sumergía a grandes capas de la sociedad, los obreros y también a la clase media, campesinos o pequeños comerciantes. Su objetivo en última instancia era acabar con cualquier vestigio de cualquier bandera revolucionaria aunque ésta fuese alzada por las manos usurpadoras y burocráticas del estalinismo.

El “peligro comunista” fue el “monstruo” que agitaba desde los medios de comunicación, la iglesia y la “alta sociedad” y a cualquiera que en cualquier país se levantaba contra la explotación o el saqueo imperialista, el mote de “rojo” o “comunista” era algo normal que millones creían como cierto. La contrarrevolución actuaba así y la existencia de la Unión Soviética - a pesar de ser un aparato contrarrevolucionario por la política de su dirección a la que solo interesaba defender la fuente de sus privilegios, su propio estado usurpado - era un punto de referencia, un enemigo concreto al que combatir. Lo mismo pasó, a nivel latinoamericano, con la revolución cubana y el proliferar de los movimientos guerrilleros. Prácticamente en todo el mundo se dio esta situación.

Hoy el “enemigo” ha cambiado. Desde la caída del muro de Berlín y el aparato estalinista, así como las constantes negociaciones de la dirigencia castrista y sus satélites – PCs , Guerrilas, etc – para superar sus crisis de “socialismo en un solo país” han hecho que el enemigo rojo haya prácticamente desaparecido del ideario social y político. Su lugar ha sido ocupado por el narcotráfico y el extremismo jihadista. Cabe señalar que el mismo sistema capitalista imperialista creó a éstos. EEUU es el principal consumidor de drogas en el planeta y los distintos grupos terroristas desde Al-Qaeda hasta el ISIS (Estado Islámico) son co-creaciones del imperialismo y las petro-monarquías árabes. El imperialismo ha realizado o tratado de realizar todas sus intervenciones en el mundo a partir de esas premisas o excusas.

Sin embargo, el real y concreto enemigo del sistema capitalista mundial, ha sido un proceso que siempre ha estado presente y que, al decir de Marx es el motor de la historia, y ese enemigo ha sido y es la lucha de clases. Personificado por centenares de millones de obreros, campesinos pobres, pueblos enteros y todos los sectores oprimidos por esta sociedad, una de las cuales es la mitad de ella, la mujer. Este enemigo no tiene hoy un estado, ni una organización política internacional y siempre ha luchado por su sobrevivencia y defensa de derechos y conquistas y en defensa de la naturaleza - un nuevo frente de intervención para salvar al planeta de este sistema capitalista mundial en decadencia – de manera aislada y descentralizada. Es desde este punto de vista “invisible”.

Este es el verdadero proceso revolucionario mundial como respuesta a la contrarrevolución económica permanente del sistema capitalista globalizado. Y si bien esa contrarrevolución económica nunca se ha detenido, tampoco lo ha hecho el proceso revolucionario mundial que ha llevado las lucha de clases al corazón mismo del imperialismo como nunca antes lo ha hecho en la historia haciendo que su régimen político bipartidista atraviese una crisis como la que han atravesado países periféricos años atrás. Europa y EEUU son el centro hoy de esa crisis que a su vez no se ha cerrado en los países del tercer mundo.

La revolución del siglo XXI

Este salto del proceso revolucionario donde “los de arriba no pueden” seguir gobernando como hasta ahora (en el siglo XX faltaban Europa y los EEUU) y “los de abajo no quieren” seguir siendo gobernados como hasta ahora (algo que entró con todo en Europa y EEUU en este siglo) se dio con la crisis económica mundial capitalista del 2008, en la cual vivimos un periodo de transición hacia otra crisis. Se da un fenómeno de distanciamiento, los gobiernos insisten con más ajuste y las masas lo rechazan cada vez más. Esta experiencia, de los abajo con sus gobiernos, es un proceso que se da cada vez más rápido y es una brecha que se abre cada vez más.

En el mundo “periférico” hemos visto revoluciones de todo tipo, sobre todo la de la caída de gobiernos y regímenes. No hemos visto ninguna que haya cambiado aun el carácter del Estado, que en el caso de América Latina se dio solo en Cuba durante el segundo semestre de 1960. Pero si hemos visto caer regímenes y gobiernos por vía de la movilización revolucionaria. Ésta, es la vía fundamental de todas las revoluciones, incluso en aquellas que fueron dirigidas por una guerrilla como en Nicaragua del 1979.

Esta movilización independiente, visceral, concreta y real por el costo de vida cada vez más alto, la desocupación, el hambre y la miseria entró de lleno en los EEUU, incluidos con métodos bien “periféricos” como el corte de ruta, el piquete, la toma de edificios, etc.

Con la ventaja que ofrece el hecho de que este gran ejercito de luchadores carezca de una dirección política revolucionaria y, sobre todo, antes de que eso ocurra, Donald Trump emerge como un sector de la burguesía que con promesas a la clase obrera yanqui y con críticas a la globalización, va a tener un objetivo fundamental: tratar de evitar que esa movilización crezca a niveles en los cuales un gobierno e incluso el régimen político imperialista pueda caer bajo los pies de esa movilización revolucionaria. Esta es la verdadera razón, profunda, del ascenso de Trump. Es el espanto que un sector de la burguesía imperialista le tiene a esa movilización.

A partir de allí comienzan a irradiar, para crecer en un sector del movimiento de masas, con las ideas xenófobas, misóginas, nacionalistas etc. Sus chivos expiatorios no cambian, son los inmigrantes, el feminismo, los ecologistas y al no tener una “Unión Soviética” o peligros “rojos”, utiliza a China o al terrorismo “Islámico”. En su primer mes y pico de gobierno, no ha hecho otra cosa que endurecer su política migratoria, reponer el gasoducto que lo enfrenta con la comunidad de Dakota del norte, romper tratados de libre comercios, que inevitablemente reescribirá, o tratar de llegar a acuerdos con la Gran Bretaña post Brexit.

Esto no significa que haya que minimizar su discurso. Éste es el principal fogonero de otros sujetos políticos del mismo tipo en el mundo. Tal es el caso de los que en Europa festejaron su triunfo como Marie Le Pen en Francia. Pero estamos lejos de las camisas negras de Mussolini o las SS alemanas. No hay un movimiento que en la calle les dé un apoyo físico contrarrevolucionario como en las décadas del 20 o 30. Lo único que hace es exacerbar aún más la movilización de masas como fue la de las mujeres que lo recibió el día posterior a su asunción el 21 de enero. Por otro lado, ya existe una experiencia histórica que se desconocía durante el ascenso de Mussolini o Hitler. Pero lo más importante es que el pueblo yanqui y en el resto del mundo hay una movilización cada vez más creciente.

En el Universo, los científicos han descubierto la materia y la energía oscura para explicarlo, ya que sin ella no podría ser cierta la cantidad de masa necesaria para su funcionamiento. Trump y el sistema capitalista mundial, tienen esa “masa y energía no visible” con la que no pueden lidiar directamente al carecer de una dirección revolucionaria. Esa es su ventaja pero también su dificultad.

Me permito un homenaje aquí a Vera Rubin, astrónoma que ayudó a descubrir la materia oscura que falleció en diciembre del 2016

Las tareas de los revolucionarios

Muchas veces, los revolucionarios, tampoco vemos esa materia oscura, no visible a simple vista, no entendemos sus movimientos, su energía y su poder. Es lógico que en esta área como en muchas otras seamos ignorantes como lo es la ciencia, que al desconocer aun su verdadera naturaleza, la llama “oscura”.

Pero ella está ahí y existe, en mayor proporción de lo que creemos, porque ignoramos infinidad de procesos en el mundo, en el cual decenas o centenares de millones se movilizan y luchan en defensa de sus derechos contra los planes de ajusta capitalistas. Esto hace que las bravuconadas de Trump o el festejo de sus acólitos, sean verdaderas enanas frías de un sistema decadente.

Que la crisis económica y social llegó a los EEUU, no hay dudas, de su decadencia como imperialismo hegemónico tampoco. Que su régimen bipartidista cruje como se reflejó en las internas del partido democrático y el republicano, tampoco. El anverso de esa misma moneda lo es el resultado y el discurso de Bernie Sanders en la interna demócrata. No podría nunca darse este ascenso y su amplia aceptación entre los demócratas sin esta realidad objetiva. La misma elección echa leña al fuego ya que por cantidad de votos, la que más sacó fue Hillary y no Trump. El sistema de elección indirecto está cuestionado.

Lo que tenemos que ver de todos modos es la situación objetiva y tratar desde allí como intentar responder a dos estrategias fundamentales: el impulso de la movilización de los trabajadores y las clases populares norteamericanas  por un lado y la construcción de una dirección revolucionaria, de un partido que, con toda la amplitud de tácticas necesarias, participe de esa movilización.

Entonces, lo primero a decir es que en una situación de polarización y enfrentamiento, si de un lado está Trump, a la cabeza del gobierno de los EEUU, del otro está la movilización, las luchas, de millones de norteamericanos que se movilizan contra él. En una época revolucionaria, cruje por un lado la superestructura estatal existente con su gobierno a la cabeza por un lado y por el otro la estructura social, con sus batallones más plebeyos a la cabeza de la movilización. Y esos son los polos que se enfrentan objetivamente entre sí al carecer estos últimos de una dirección revolucionaria. Tenemos que estudiar bien esos dos fenómenos, sumando sí todos los otros aspectos políticos para la elaboración de la política y las tácticas necesarias a fin de responder a las dos estrategias señaladas. Entonces sí, despojados de cualquier sectarismo o peligro oportunista, desplegar todas las ricas herramientas políticas que tenemos a disposición: la más amplia unidad de acción, acuerdos, frentes, etc. que sirvan a la movilización y no impidan la independencia política en el camino de ayudar a construir esa dirección que hace falta.

Trump y su política está llamando a la más amplia unidad en su contra. Probablemente surjan nuevos movimientos de lucha alrededor de tal o cual pelea. Dentro de ellas, obligados por la presión de esas luchas y por un sentido de supervivencia, veremos actuar a direcciones de todo tipo. Esto es algo que va a incluir a miembros del partido demócrata. Para los revolucionarios es una obligación intervenir en esos procesos pero es bueno aclarar algo que planteaba Nahuel Moreno “nunca apoyamos a una dirección burguesa, pequeñoburguesa u obrera traidora, reformista o burocrática, aun cuando estemos tácticamente unidos en una lucha. Nosotros solo apoyamos las luchas, las movilizaciones, las dirija quien las dirijaConceptos Políticos Elementales.

Del resultado de las movilizaciones puede hacer que surja un movimiento político contra Trump alrededor de determinadas direcciones. Si ese es un hecho objetivo probablemente nuestra obligación sea participar de él si sirve a la movilización y no censura nuestra crítica e independencia política. Pero no podemos confundirnos en plantear como objetivo la construcción de un movimiento a partir de las luchas y movilizaciones. Tal vez sea más beneficioso para la construcción del partido realizar acuerdos o frentes, que pueden ser sindicales, electorales o de tipo político y al mismo tiempo participar de un gran movimiento – si es que se da - para impulsar la movilización y la construcción.

Dicho todo lo anterior, pasemos a nuestro programa. Éste no puede limitarse al programa de acción de Sanders, en el mejor de los casos aquel puede servir de palanca para la movilización siempre y cuando responda a las necesidades de la misma. Nosotros podemos tácticamente levantar tal o cual punto del programa de Sanders pero este no puede ser el punto de partida para la construcción de una organización socialista revolucionaria. Esto no significa no participar de un movimiento o en unidad con sus seguidores, simplemente tenemos que levantar las consignas necesarias para construir un puente entre la necesidad inmediata de la lucha y la conciencia presente de aquellos que responde hoy a las propuestas de Sanders. Para eso nada mejor que la unidad de acción y la crítica a su dirección cuando traiciona o defecciona en una lucha. Es decir, saber utilizar dialécticamente la “unidad-enfrentamiento”.

El mundo vive una situación de luchas extraordinarias, en donde la crisis arrincona al sistema mundial capitalista en su propia fortaleza. Esto no significa por sí mismo ninguna garantía de triunfo. Si no resolvemos el problema de la dirección cualquier triunfo circunstancial será en vano y la derecha podrá entonces volver a exponer sus ínfulas del siglo XX. Hoy tenemos ejemplos en donde gobierna con puño de hierro, son los casos de Estado de Israel y la Turquía de Erdogan, en donde si existen hordas de fascista que persiguen a la izquierda. Por eso, en este momento, el resultado de la lucha de clases en EEUU va a ser determinante. Para eso será importante al mismo tiempo reconstruir una verdadera dirección internacional revolucionaria en donde más allá de las diferencias políticas podamos establecer puentes entre muchísimos sujetos revolucionarios en el mundo con el cual desconocemos hasta qué punto construir un programa y una organización común. Necesitamos ser más audaces que nunca y no tener miedo a la confrontación e intercambio de ideas. Arrastramos prejuicios, sin conocer la verdadera realidad de organizaciones con las cuales podemos confluir. Ésta es la fundamental tarea de hoy y allí deberán participar los mejores luchadores que hoy surgen en los EEUU.

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