ESPAÑA: UNA REVOLUCION EN MARCHA


La marcha de los mineros, el brutal recorte en el estado del gobierno Rajoy, el pedido de rescate de las principales comunidades autónomas, un proletariado que despierta en masivas movilizaciones luego de décadas de un estado del bienestar y una desocupación record que no cesa de crecer son indicios más que suficientes de que España vive una situación revolucionaria.

En el último año y medio hemos tenido distintos procesos revolucionarios en el mundo. He ahí el caso Túnez, el de Libia, el de Egipto. En estos momentos se desarrolla el de Siria donde el gobierno de Al Assad esta cada día más acorralado. También no debemos olvidar la permanente lucha del pueblo palestino y a su vez la revolución está entrando en el corazón del estado de Israel con la marcha de los indignados. Y aunque con menos prensa, en todo el mundo árabe todavía no se han cerrado las revoluciones pendientes en Yemen, Barhein, etc.
 
Esta inmensa marea revolucionaria del movimiento de masas entró de lleno en Europa y se está expresando con fuerza en Grecia pero también el proceso se puede leer a plena luz del día en Italia, Francia, Portugal, Alemania, etc. ya sea por las luchas y movilizaciones, por la misma crisis económica o por las elecciones parciales o políticas, distorsionadas, pero evidentes muestras del proceso, que se van dando en cada país.

En España, el gobierno de derecha del PP que ganó las elecciones y asumió en diciembre del 2011, hace solo 8 meses, está aplicando un infernal (los adjetivos se nos están acabando) plan de ajuste. Pero el mismo pueblo que lo votó ante el fracaso total del gobierno anterior del PSOE está volcándose a las calles. Típica situación latinoamericana de la década del 90 e inicios del siglo donde los gobiernos de corte neoliberal perdían todo su capital político en pocos meses. El índice de riesgo o riesgo país que se usa en el ámbito financiero no indica otra cosa que los riesgos que tiene un gobierno para aplicar dichos planes para no ser barrido por una movilización revolucionaria.

La matriz común de todos estos procesos es sin duda la crisis del sistema capitalista mundial que no logra rehacer su tasa de ganancias. Dicho proceso tiene una historia de 40 años por lo menos, vividos por distintas crisis que se vinieron sucediendo desde la periferia al centro del mundo económico imperialista (la última generada en USA en 2008) y  con mucha más frecuencia a medida que transcurrían las décadas.

Esto desencadenó la revolución tunecina y ésta a su vez dio inicio a las demás como un efecto dominó. Pero hay muchas diferencias específicas. En el norte de África y medio oriente las masas tuvieron (y tienen todavía que superar en muchos países) un primer obstáculo: dictaduras decenales que derribar. Las primeras conquistas democráticas con sus expectativas y debate político por un lado dilatan los tiempos de un enfrentamiento final con el sistema capitalista por la experiencia que las masas deben llevar adelante con sus nuevos gobiernos y regímenes. Esto es objetivo. De todos modos que las masas trabajadoras conquisten más libertadas significa que hay una relación de fuerzas distintas, a favor de éstas, que cuando existen regímenes dictatoriales que son los más convenientes para los fines capitalistas.

Este aspecto de los regímenes políticos que hay en cada país es muy importante para tener una política correcta en relación a la movilización revolucionaria. No hay atajos, la movilización en cada país tiene leyes propias en donde se cruzan los aspectos económicos con los políticos, entre otros factores. En los países europeos no existen dictaduras como las que tuvieron que enfrentar las masas árabes en el norte de África o Medio Oriente, sin embargo el regimen politico es cuestionado.


Si la movilización empuja demasiado y caen gobiernos por esa movilización, es una revolución. En determinadas circunstancias los mismos regímenes le quitan la confianza y se puede evitar la movilización para que asuma otro gobierno por la vía electoral o parlamentaria. En Italia los partidos del régimen hicieron eso eligiendo el gobierno “técnico” de Monti. En estos casos no son cambios revolucionarios, son medidas políticas de crisis, preventivas, para evitar la movilización revolucionaria que los haga caer. En otras ocasiones la rigidez de los regímenes hace que no haya otra salida a que salten por el aire producto de la movilización como el caso de Túnez, Egipto o Libia.  
Por eso en épocas normales o menos convulsionadas el gobierno se reemplaza por la oposición del régimen. Pero cuando todos los partidos del régimen están desprestigiados, el problema suele ser más grave. Este es el caso de Italia y también el de España. Cuando estos partidos entran en crisis terminal producto de la crisis y la movilización, la caída revolucionaria de los gobiernos, como en el caso de la Argentina en el 2001, también hieren de tal manera al régimen vigente hasta entonces que éste prácticamente no se reconocerá en el resultante. Por otro lado en España hay una institución del régimen a la cual se puede conducir la rabia obrera y popular: la Monarquía. Es una institución muy importante y va a ser cuestionada aún más de lo que hoy lo es. No es de descartar que para salvar el sistema de conjunto la Monarquía también tenga que ser sacrificada como símbolo del viejo régimen. Pero todo esto solo puede ser provocado de manera revolucionaria, no planificado desde el poder, como una conspiración, galimatías a la que suelen caer los que no quieren reconocer una revolución objetiva producto de una movilización. Otras instituciones importantes son por supuesto la iglesia, los medios de comunicación y las fuerzas armadas. Estas últimas también son permeables a la crisis y ya se ven grietas en sus filas.

Igualmente el desenlace será una combinación de todos esos factores. Esos mismos partidos y las direcciones sindicales del régimen harán todo lo posible para evitar no solo una revolución socialista sino también cualquier otra. En contraposición estará la movilización. Ésta, como un tren, para llegar a la estación “revolución socialista” necesita de una dirección revolucionaria, sino el tren quedará en estaciones precedentes: la de la caída revolucionaria de un gobierno, la caída revolucionaria de un régimen político y/o la constitución de nuevos gobiernos que no quieren ir hasta la estación final pero que son tomados por las masas como un avance muy importante. Para construir esa dirección y partido, se necesita una política de movilización y de construcción adecuada a la realidad para no “perderse” el tren en su recorrido y quedarse de a pie. Como no creo que ello será producto de la construcción de un aparato revolucionario aséptico en su programa, lineal en su construcción y sectario en su política, la pregunta que debe hacerse la izquierda española son estas: ¿Cuál es la mejor política para movilizar contra el gobierno Rajoy y hacer caer sus planes? ¿Cuáles son las principales consignas para eso? ¿Cuál es la mejor orientación para desarrollar y madurar una nueva dirección política de la clase obrera y el pueblo? ¿Cuáles son las tácticas y políticas de alianzas más adecuadas para eso? ¿Cómo se empalma con los movimientos como los indignados? ¿Como hacer que la clase obrera sea la vanguardia del proceso? Responder esas preguntas (puede haber otras) permitirán hacer avanzar el proceso revolucionario, sin prisa pero sin pausa, ganando a lo mejor de la vanguardia, para acabar con el ajuste criminal de los capitalistas y barrer con los gobiernos y partidos que lo quieren aplicar. Así se irán dando las condiciones para el desarrollo del factor subjetivo y provocar la única revolución que puede acabar con la miseria capitalista, la de la estación final, la Revolución Socialista.

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